martes, 28 de diciembre de 2010

PARA ANA Y SU MADRE

Hola Ana,

Es normal que tu madre esté mal, no te asustes. Yo estuve en estado vegetativo unos tres meses, cada cual necesita el tiempo que necesita. Llegué a pensar que me volvería loca, también eso es normal.

Vais a tener dos vidas: la de antes y la que empieza ahora. De momento el dolor lo impregna todo, pero hay chispitas de amor, destellos de luz que hay que ir haciendo grandes por pequeños que sean. Lo que quiero decir es que es horrible acostarse y es horrible levantarse pero, entre medio, algunos días, es posible sentir el amor en estado puro, aunque este sentimiento dure segundos. De ese día hay que quedarse solo con esos segundos, pensar constantemente en esos segundos y no ir dando vueltas a los pensamientos terroríficos que nos acechan.

Hay que vivir el dolor, sin esconderlo –tú tampoco escondas el tuyo, cielo-, con el convencimiento puesto en querer estar bien. Claro que tu madre en algunos momentos querría cerrar los ojos y desconectar para siempre, pero, a mi entender, esta no es la solución. Primero por ella, después porque ahora tiene la oportunidad de enseñarte a ti que después de un golpe durísimo es posible levantarse y luego porque tu hermano, su hijo, necesita que ella aprenda a vivir de nuevo para sentirse plenamente feliz allá dónde está. La energía no se crea ni se destruye y la muerte es solo un paso más. El cuerpo muere, sí, pero no la energía, el alma o como queramos llamarle. Él os está enviando fuerza, os sigue queriendo igual, pero no puede volver, eso no se lo pidáis. Es imposible. Os tendréis que acostumbrar a vivir sin su presencia física. Cuanto más amor consigáis sentir, más cerca de él estaréis.

Recuerdo que cuando yo lloraba desconsoladamente le decía a Ignasi, mi hijo, “cariño tú no te entristezcas, no lloro por ti, lloro por mi, porque todavía no sé vivir sin verte ni abrazarte, porque tengo miedo, porque no sé como salir adelante, pero tú no te preocupes que aprenderé. Cueste lo que cueste aprenderé”. Porque por nada del mundo quiero que mi hijo se sienta mal por mi. Él vivió aquí lo que tenía que vivir, nadie vive un minuto más o un minuto menos de lo que está pactado, nada ni nadie nos ha quitado nada. La vida es así. Eso es lo que yo creo, que tenemos un tiempo programado para aprender, lo que venimos a aprender y que cuando ya lo hemos aprendido nos vamos.

Ana, yo sé que ahora tú estás pendiente de tu madre, día y noche, incluso cuando no estás con ella. Pero también tienes que darte permiso para derrumbarte, por eso te será de gran ayuda acudir a terapia, sea la que sea. Has perdido a un hermano de forma repentina, cuando en apariencia no tocaba, y ves a tus padres derrumbados como nunca antes los habías visto. Eso es mucho. Todos en casa vais a tener que trabajar, los grupos de duelo son un gran consuelo para muchas personas, ir a terapia también puede serlo, aprender yoga para calmar la mente seguro que os hace bien… Poco a poco iréis viendo lo que más os reconforta. Sin prisas, pero sin pausas, a vuestro ritmo, iréis encontrando el camino de la calma, la alegría y la felicidad. No os voy a engañar, vosotras ya os podéis imaginar que el recorrido es largo, pero al final del túnel vais a renacer y tenéis la posibilidad de vivir de forma más auténtica y amorosa a partir de ahora.

Por favor, escribirme siempre que queráis. Ahora sé que estáis perdidas, pero no estáis solas.

Un abrazo grande y muy, muy cariñoso para las dos

lunes, 27 de diciembre de 2010

MERECE LA PENA SEGUIR ADELANTE

A veces me imagino que, como un árbol grande, de mis pies salen raíces tan fuertes y profundas que llegan hasta el mismo centro de la Tierra. Me mantienen erguida cuando hay tormenta y me nutren con la savia que da vida a todo lo que florece. Así, bien sujeta, me siento segura como un bebé en brazos de su madre. Si quiero llorar, lloro, porque la vida me mece, me sostiene y me une a infinidad de corazones. Cuando me siento confiada y querida me alejo del ajetreo del día a día y me permito relamer mis heridas… y recuerdo. He vivido tiempos dolorosos, imborrables, que son tan míos como el aire que respiro. Pero cuando hago recuento de los 53 años transcurridos, no puedo hacer más que agradecer el amor que he recibido. Sin cada una de las personas que se han cruzado en mi camino no sería la que soy, ni hubiese andado lo andado. Todos me han ofrecido regalos, aunque a algunos, al principio, los veía como enemigos. ¡Cuánto nos cuesta ver más allá de los prejuicios, de las apariencias, de las etiquetas! Yo nací inflexible y la poca flexibilidad que he ganado se la debo enterita a esas personas que tanto me han costado. Ahora puedo mirarlas a los ojos con cariño porque sé que son y han sido mis verdaderos maestros. Lo mismo me ocurre con las adversidades. Sin ellas y, sobre todo, sin el golpe seco, insoportable, terrible que me produjo la muerte de mi hijo no hubiese descubierto en mí la valentía ni la fuerza del amor. Durante estos 12 años, después de quedar sin nada, hundida y desnuda, he ido re-construyendo mi vida y puedo asegurar que es posible esperar con ilusión un nuevo día, aunque a veces, como hoy, me sienta triste. Porque mi tristeza es dulce, la herida que lamo es rosada, nada tiene que ver con la desesperación de los primeros tiempos. Merece la pena seguir adelante porque ahora sé que la alegría forma parte de mí, está en cada uno de nosotros.

domingo, 12 de diciembre de 2010

VAMOS A SER TODAS UNA

Vienen días nostálgicos, sí, por eso vamos a cogernos todas de las manos, con el pensamiento puesto en el cariño de las mujeres y hombres de la familia que nos han precedido, que ya no están aquí pero siguen amándonos, iluminando nuestro camino. Y Vamos a hacernos regalos. Cada día al despertarnos propongo que unas a otras nos mandemos sentimientos de cariño, aunque no nos conozcamos. El primer sentimiento y el más grande, que sea para la niña, pequeña y asustada, que todas llevamos dentro. En ese camino que es la vida vamos juntas y en un tramo u otro todas rompemos en llanto. No pasa nada, dejemos que las lágrimas resbalen por nuestras mejillas. Las lágrimas son mano de santo, aligeran el dolor, limpian el corazón y dejan espacio a la calma. Si tenemos que llorar, lloramos, no pasa nada. Cuanto más grande sea la llorera, más liviana y alegre se siente el alma. Otro de los regalos que quiero compartir es la alegría. ¿Por qué no sentir destellos de felicidad? ¿A caso no lo merecemos? En el otro lado, nuestros hijos, padres, madres, maridos, esposas, abuelos, amigos y hermanos son felices y su felicidad es más completa si intuyen la nuestra. Vamos a juntar cada día trocitos de amor y cuando tengamos una bola grande, la envolvemos en un papel bonito, le colocamos un lazo grande y se la regalamos.

Vamos a ser todas una; las que se levanten con fuerzas, que vistan y peinen a las que desfallezcan. Las que desfallezcan, que se dejen vestir y peinar porque, tal vez mañana, se sentirán ellas con la fuerza de mimar.

No estamos solas, de verdad. En este planeta que gira alrededor del sol, en este Universo infinito, el plan es perfecto y todo, todo, es posible. No existe solo una verdad.

martes, 7 de diciembre de 2010

ANDAR CONTIGO

El pianista Pep Lladó ha compuesto un disco -Andar contigo. Rumbas para Loli- después de la muerte de su querida mujer. Se puede escuchar en el siguiente link:


http://www.pepllado.com/andarcontigo/bitacora.html#

Link para adquirir Volver a Vivir

Algunos lectores, de otros países, me preguntan cómo adquierir "Volver a Vivir".
Se puede comprar el libro por Internet entrando en el siguiente link:


http://www.casadellibro.com/?gclid=cntr8jadzqucfcckfaodlxjtkg

La referencia es:

Volver a vivir. Mercè Castro

SE ACERCA LA NAVIDAD...

Estamos ya en Diciembre. La luz vuelve a ser tenue y el sol, tímido, lo envuelve todo de sombras alargadas. Han transcurrido 12 diciembres desde que se fue Ignasi. Para mi no es un mes como cualquier otro. Aunque la nostalgia y el dolor me han invadido en muchas otras épocas del año es, sin duda, durante los meses de diciembre cuando mi alma hace balance. Se abren las compuertas de las emociones y resurgen, uno a uno, los fantasmas escondidos y, entre medio, el valor y los tesoros que guardo ocultos. Durante muchos de estos 12 diciembres el miedo ha sido el más fuerte, el que me ha cogido de la mano para llevarme directamente al infierno. Yo, encogida, he ido visitando sus rincones y me he dado cuenta, a medida que lo he ido recorriendo año tras año, que la ausencia física de Ignasi es la que me ha dado la oportunidad de reconocer mis temores. Esos que ya estaban mucho antes de que él muriera, esos que son míos, que van mucho más allá de su partida.

Es en diciembre también cuando el alma, más visible ahora, me sienta con dulzura en sus rodillas y me habla despacito de mis tesoros, de todas las cosas buenas que hay en la vida, del amor que doy y que recibo, del largo camino recorrido, de la fuerza inagotable que todos llevamos dentro. El alma, como una buena madre, no se cansa de decirme que ella estará siempre a mi lado, que viva confiada, que la vida no acaba con la muerte, que en realidad lo que llamamos vida no es más que un sueño. Mientras me acaricia el pelo, me recuerda de lo que soy capaz cuando me permito sentir el amor y la alegría. Me pide que recuerde lo bien que nos sentimos cuando las dos, en casa, con complicidad y alevosía, vamos llenando de flores los jarrones, mientras en la cocina hierven caldos que reconfortan del frío a mi familia y amigos.

“No te separes de mi, niña –me dice- que es diciembre”. No te separes de tu alma tú, lectora, que viene Navidad , que puede que se abran tus compuertas y necesites toda la ayuda de tus ángeles para atravesar la tempestad. Tal vez te preguntes: ¿Acuden de verdad los ángeles? A mi me parece que ellos siempre están, pero yo los percibo con mayor claridad si paseo por el campo o el mar, si no me esfuerzo en aparentar, si me escucho y hago realmente lo que quiero. Si digo lo que pienso, si me perdono y pido perdón cuando mis palabras hieren, si deseo, a pesar de todo, crear dentro de mi armonía y paz. Cuando no lo consigo, sigo sintiendo que ellos están, siguiéndome de cerca, justo detrás de mí, con los brazos abiertos, como lo estaba mi madre cuando yo empezaba a andar.

lunes, 29 de noviembre de 2010

REINVENTARSE

En eso andamos todas las madres que se nos ha muerto un hijo y todas las personas que han sufrido alguna pérdida sentida; un trabajo, una relación, lo que sea. Y, aunque es doloroso –a la mayoría nos asustan los cambios una barbaridad-, re-inventarse tiene un gran encanto, contiene posibilidades inimaginables, como pueden ser dar un sentido más profundo a nuestra vida y convertirnos en aquello que antes no tuvimos el coraje de ser.

Una buena manera de empezar a ser otro, más auténtico, es poner orden en la mochila que todos llevamos colgada a la espalda. ¡Cuánto llega a pesar lo que acumulamos y en realidad no es nuestro! Me refiero a las preocupaciones y responsabilidades de los demás que hacemos nuestras. ‘Que cada palo aguante su vela’ puede parecer una frase egoísta, pero en realidad es una verdad universal y sabia. Algunos hombres, pero en especial las mujeres, solemos hacernos cargo de las emociones, disgustos y sinsabores de todos los de la casa, del resto de la familia, de muchos de nuestros amigos, compañeros de trabajo y un montón de personas más. Pues nada, con paciencia y cariño hay que ir devolviendo a cada uno lo suyo y quedarnos sólo con lo que nos pertenece, que ya es suficiente. Al aligerar el peso, nos encontramos con nosotras mismas. Eso también asusta, pero mirarnos y escucharnos con atención es el paso previo para llegar a ser mujeres más alegres y felices. Meter la cabeza debajo del ala, está más que comprobado, solo dificulta la recuperación. ¿Qué no nos gusta lo que vemos? Pues nada, habrá que arremangarse y ponerse a hacer colada. Si nos encontramos con la rabia o la tristeza, habrá que sentirla, pero eso sí, solo la nuestra.

Aunque parezca frívolo, para re-inventarse los cambios externos suelen ayudar mucho. Una buena amiga, a la que hace un mes se le ha muerto su querida pareja, me decía el otro día que se ha teñido el pelo de otro color para mirarse en el espejo y comprobar que ya no es la que era. Yo pasé de pelirroja a rubia cuando se murió Ignasi y ahora estoy en la fase de dejarme el pelo blanco, a su aire.

Re-inventarse o morir es otra verdad universal. En una meditación mi profesora de yoga nos llevó a imaginarnos de viejecitas. ¿Qué le diría esa viejecita a la mujer que eres ahora? ¿Qué te diría tu viejecita, te pregunto a ti, lectora? Si pudieras verte dentro de muchos años y mirar atrás, seguramente le dirías a la mujer que eres hoy que todo pasa, que la vida va muy deprisa, que sufrir no sirve de nada, que es mejor que deshagas todos los entuertos y te dediques a vivir, que si tú eres feliz y estás contenta, es más fácil que lo estén también todos a tu alrededor, incluidos tus seres queridos muertos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

PEDIR AYUDA PARA ATRAVESAR EL DUELO

En ocasiones he comentado en este blog la valiosa ayuda que he recibido de los terapeutas que he ido encontrando en el camino de mi duelo. Yo tuve la suerte de que ya en el hospital, la noche que cambió nuestras vidas, estuvo a nuestro lado nuestra amiga y doctora homeopática Elisabeth. La conocí muchos años atrás, cuando las otitis reiteradas de nuestro hijo pequeño, Jaume, me impulsaron a buscar alternativas. Ella nos dio la mano en los primeros días de oscuridad y nunca ha dejado de hacerlo. También nos arropó Tita, mi amiga y profesora de yoga y continúa haciéndolo a distancia ahora que vive en otro continente. Marcelino, el psicólogo al que acudimos todos en casa ha sido y sigue siendo otra luz en nuestro camino. He conocido diversas terapias energéticas y desde hace 10 años, una vez al mes, acudo a un taller de interpretación de sueños… Sí, tengo la suerte de contar con muchas buenas personas que me acompañan con su sabiduría. Dicen que estas personas aparecen, como los ángeles, cuando abrimos nuestro corazón, cuando nos mueve el impulso de estar bien, de atravesar las tinieblas, de conocernos mejor, de evolucionar, de abrazarnos al amor para seguir viviendo.

Aunque nadie puede andar nuestros pasos, pienso que no solo es lícito sino necesario contar con puntos de apoyo que nos sostengan cuando desfallecemos. Porque estar de duelo es como estar subido a una noria que no para, que parece que no tiene fin.

Cada persona es un mundo y cada duelo es personal y lo que va bien a unos tal vez no funcione en otros, pero eso no impide vencer el miedo o el orgullo y pedir ayuda porque el dolor aparcado, escondido, rechazado se convierte en una roca helada que oprime nuestro pecho y, tarde o temprano vamos a tener que hacerle caso… o enfermamos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

MENSAJE URGENTE DESDE EL HOSPITAL LA FE DE VALENCIA

MENSAJE URGENTE DESDE EL HOSPITAL LA FE DE VALENCIA
Si conocéis a alguien que tuviera el grupo sanguíneo AB dispuesto a donar sangre,decirlo.
En el Hospital Universitario La Fe de Valencia hay un niño de 10 años ingresado con LEUCEMIA que necesita urgentemente unos 12 donantes.
es bastante raro, de ahí el hecho de la falta de donantes.
Los médicos anuncian que si los encontraran sería muy posible salvarla vida de este niño.

Por favor, reenvía este correo a quien conozcas.
El teléfono de la madre ( Maria Ángeles 963802408 )

martes, 9 de noviembre de 2010

ME HUBIESE GUSTADO DECIRTE ADIÓS

Victoria Branca
Extractado de su libro,
Me hubiera gustado decirte adiós


Una de las penas más grandes que cubren con su sombra la muerte súbita de un ser querido, es no haberle podido decirle adiós.
Esta privación a la que nos sometió la vida nos desespera y mantiene abierta la herida por largo tiempo. Sentimos que el corazón nos quedó estaqueado y amordazado en tierra de nadie. Hay tantas cosas que hubiésemos querido decir y no pudimos...
Todo aquello que la muerte silenció queda arrumbado en algún rincón de nuestra alma, y en algún momento tendremos que ir en su búsqueda y darle voz nuevamente aunque el destinatario ya no esté.
Decir todo lo que balbucea entre sollozos nuestro corazón hará que la angustia vaya cediendo y nos permitirá ir limpiando la herida, quitándole todo aquello que pueda infectarla para que sane poco a poco.
Una manera de despedirnos es a través de una carta.
En un lugar tranquilo, a solas, dejando que el corazón se exprese, podemos escribir las palabras que silenció el dolor.
Aunque empecemos a hacerlo y las lágrimas no nos permitan ver la hoja con claridad, aunque la tristeza nos invada y pareciera dejarnos sin aire en los pulmones, es liberador sacar hacia afuera todo lo que hubiésemos querido decir y no pudimos.
Aún si lo que sale no es lo que esperábamos, abrir el arcón de las emociones es una manera de transitar el duelo de manera sana.

Victoria Branca /conlospiesdesnudos.blogspot.com

domingo, 7 de noviembre de 2010

CÓMO TRATAR A UNA MADRE EN DUELO

Carta extraída del blog de CECI, yoteesperabayoteespero.blogspot.com

No te pido que me des un trato especial. No estoy enferma, no tienes que alejarte de mí, solo te pido que consideres algunos aspectos, pues me ha sucedido lo peor que me pudo haber sucedido.

Te pido que no tengas temor de pronunciar el nombre de mi hijo, ya que él vivió, vive aún en mí y fue y es muy importante.
Considera lo feliz que me siento de saber que tú también lo recuerdas y hablas de él. Me gusta saber que tú también lo tienes presente en sus cumpleaños y aniversarios.

Considera que pasaré tal vez en un mismo día por diferentes emociones.
Puedo vibrar de alegría al recordar a mi hijo y puedo llorar después por su ausencia.
Tal vez un día estaré feliz y otro día será desastroso para mí.
Te pido que me des espacio para ser libre con mis emociones, aún estoy trabajando en ellas.
No me obligues a estar contenta si me ves retraída, porque estoy pensando en mi hijo.
Considera que lo que me ha pasado no tiene nombre. No lo compares a otra situación que te haya sucedido a ti. Perder un hijo no es igual a ninguna otra muerte o evento. Por favor, no hagas comparaciones.

Considera que a pesar de que estoy trabajando en trascender mi duelo y elaborar mis emociones, no sé cuánto tiempo pueda durar esto en mí.
Aunque los profesionales digan que el duelo dura de uno a tres años, a veces pienso que pasarán muchos años para poder superar este trauma.
Dame tiempo, no sé cuánto…

Por favor no me consueles con explicaciones teológicas ni religiosas, no me digas que “Dios quería otro angelito con Él”.
Considera que es normal el hecho de que yo replantee mi fe y mis creencias. Incluso, permíteme cuestionar mi religión y algunas otras cosas y no me hagas sentir culpable.
Yo sé que saldré con fe nueva y fortalecida en Dios, lograré un nuevo entendimiento con Él.

Considera que mi cuerpo también me pasa la factura por este golpe emocional.
Puedo ganar o perder peso, dormir mucho o no poder dormir. Tener raras dolencias y ser propensa a estar enferma.

Considera que hay momentos en que no me puedes hablar de problemas económicos. Yo los conozco. Solo te pido que consideres el momento oportuno.

Por último, considera que tengo nuevos “anteojos” para ver la vida.

No soy la misma. Jamás lo seré.
Soy diferente, no soy como antes, tal vez soy mejor…
Trata de conocerme.

Autor: Mauricio Meza Acosta

CARTA DE MARICARMEN SORIANO ESPINOSA

Por mail he recibido esta carta que quiero compartir.

Paula y yo unidas por hilos invisibles e indestructibles

Ha pasado un año y medio desde aquel día que dejó una huella imborrable en mi vida. Miro hacia atrás y reconozco que he recorrido mucho camino desde el día en que Paula murió. Mucha gente me dice que admira lo fuerte que soy, que no me haya derrumbado. Yo pienso “no me han visto en mis peores momentos”, pero reconozco que he luchado ferozmente por tratar no solo de sobrevivir, sino de seguir viviendo. La verdad es que no tenía muchas más opciones. ¿Qué otra cosa podría hacer más que luchar?... Claro, podría haber escogido dejarme abatir por la tristeza, llenarme de amargura, echarme a morir. Pero tengo otro hijo que merece vivir y ser feliz. No puedo imaginarme a las personas que no tienen a nadie por quien seguir viviendo.

Creo que con el tiempo, a medida que he ido desarrollando una perspectiva diferente sobre la muerte de Paula, aunque la tristeza profunda y el dolor siempre están, su intensidad y duración se han mitigado un poco. O posiblemente ha aumentado mi capacidad para tolerar el dolor. No estuve presente cuando Paula tuvo el accidente, sin embargo las imágenes revolotean en mi mente y muchas veces en la noche me despierto porque en mi sueño la veo caer y darse el fatal golpe en la cabeza. Algunas veces me mira, sonríe y me dice: “Mira, mami, puedo volar”.

Los recuerdos de Paula son una mezcla de dolor y ternura. Pasó mucho tiempo antes de que lograra hilvanar recuerdos de eventos completos. Quizás es por ello que los recuerdos se presentan como relámpagos de luz. Aparecen y son tan intensos que me dejan sin fuerzas, envuelta en una tristeza muy profunda. Otras veces logro sonreír cuando pienso en algún episodio divertido en su vida. Es aún una sonrisa tímida, tibia. Mi risa ya no sale de mi estómago, como antes.

Mis sufrimientos son innumerables y mis dolores (en sus diferentes magnitudes) también lo son, y parecen no cesar, porque ni bien supero uno ya viene otro... como una rueda que gira sin parar: la rueda del dolor.

Y como no se detiene, caigo una y otra vez en las lamentaciones, en la autocompasión, en la depresión, en la debilidad, sin fuerzas para ver adelante, sin fuerzas para levantarme sola, pido ayuda a veces en silencio, a veces a Dios y a veces gritando! ¿Por que me pasa esto a mi? ¿Cuándo acabara tanto dolor? ¿Por que sufro tanto? y entonces... me sumo en el mar de la tristeza, me quedo sin fuerzas, sin ganas de levantarme, sin ganas de luchar, riego con mis lagrimas mis días............ sin respuestas.

Pequeños eventos pueden despertar mi dolor con una fuerza arrolladora. Si veo una foto que nunca había visto, oigo una canción de su grupo preferido, me encuentro con alguna de sus amigas, escucho su voz grabada, siento inmediatamente un dolor tan agudo como el que sentí el día de su muerte. Esos son mis peores días. No lucho. Dejo que el dolor me envuelva, porque sólo reconociéndolo, estoy aceptando que estoy viva.

No ha sido fácil seguir siendo una familia. Pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos sentarnos los tres a comer. Ver la silla vacía que una vez Paula ocupó era demasiado doloroso. No fue fácil salir los tres de vacaciones al sitio donde antes íbamos los cuatro. Cada actividad que realizamos es incompleta. Siempre está la pregunta ¿Cómo hubiera sido si Paula aún estuviera aquí?

Huyo de las celebraciones familiares. Cuando están todos los miembros de mi familia reunidos, la ausencia de Paula se me hace mucho más intolerable. Ver a sus primas creciendo, estudiando, viviendo felices sus años adolescentes, verlas convertirse en jóvenes adultas, es un puñal que se clava en mi pecho.

Una de las cosas que he aprendido es a ser más comprensiva y sensible al dolor de otras personas. Si veo a alguien mal encarado que me trata con rudeza, enseguida pienso que quizás esa persona también sufre como yo por la muerte de un hijo u otro ser querido. Sé que hay muchas personas que han pasado por experiencias iguales o más devastadoras que la mía. Mi sufrimiento es pequeño comparado con ese inmenso universo del dolor.

Poco a poco he ido reconciliándome y reconectándome con la vida. Poco a poco he vuelto a reír, a trabajar, a relacionarme con algunas personas. He dejado de relacionarme con otras. Representan la diferencia entre “antes y después”... y eso duele. He aprendido a protegerme de las situaciones o personas que me hacen daño, que me alteran, que consumen mi energía. Poco a poco he ido construyendo una nueva vida, añadiendo nuevos elementos, probando nuevas actividades para saber con cuáles me siento cómoda. Es un proceso de ensayo y error. De disciplina más que de motivación. . Busco una misión en mi vida. Siento que es importante para mí tener un objetivo, algo por lo que valga la pena levantarme en la mañana. Sé que ese algo necesita estar relacionado con Paula. Ella me guía en esta búsqueda. Necesito aprender a aquietar mi mente para poder escuchar su voz. Es solo una cuestión de tiempo. Tengo paciencia. Sé esperar.

Lo más importante para mí ha sido encontrar maneras de honrar y mantener viva la memoria de Paula. Ya que no puedo darle más nada en esta vida, trato de buscar rituales sencillos que le pueden ayudar en su nueva forma de vida y que me reconfortan. Prendo velas , en su cumpleaños y cualquier otro día en el que tengo la necesidad de hacerlo o cuando siento que Paula me lo pide. La llama de la vela representa para mí el espíritu de Paula y pienso que dondequiera que esté, Paula ve la luz de la vela y no se siente sola.

Mi relación con Paula ya no es física. Es espiritual. Pienso y siento que mientras yo más crezca espiritualmente, más cerca estaré de ella. Me gusta pensar que Paula y yo seguimos creciendo, cada una en su realidad, cada una a su manera y que mi relación con ella va evolucionando, alcanzando tonalidades diferentes y mucho más profundas.

Hago una pausa. El sol ha vuelto a salir. Me asomo al jardín y observo las flores. Decido , tomar un libro, y sentarme un rato en el jardín. Hoy en día puedo sentir satisfacción haciendo estas cosas sencillas. Paula está siempre presente en todos estos pequeños actos de mi vida cotidiana. Veo a Paula en las pinceladas de acuarela de un atardecer, en los ojos grandes y profundos de una niña, en el viento que mueve con fuerza la copa de los árboles. Nos comunicamos sin palabras. Estamos unidas por hilos invisibles e indestructibles.

domingo, 31 de octubre de 2010

TRISTEZAS DE OTOÑO

Más que tristeza es nostalgia lo que provocan en mí los colores de noviembre. Desde la ventana, veo como la tierra se va adormeciendo y las hojas doradas y marchitas alfombran las calles. A partir de hoy, a las 5 de las tarde ya será casi de noche y pronto, demasiado pronto, brillarán por toda la ciudad las luces de Navidad. ¿Qué voy a hacer? No quiero que la nostalgia se instale en casa, como ha hecho otros años, y lo llene todo de tiempos pasados. Estoy dispuesta a compartir con ella algunos ratos, tal vez alguna tarde entera, pero también quiero vivir este otoño, el mío, el único que tengo ahora, con el corazón alegre. Es cierto que a Ignasi dejé de abrazarle un mes de diciembre, que la Navidad está ya a la vuelta de la esquina. Pues bien, precisamente por eso, voy a empezar a coser una manta de patchwork, hecha con pedacitos de cariño. Me propongo crear cada día algo bonito y cuando tenga muchas cosas hermosas, las iré cosiendo. Esa manta, hecha de retales de pensamientos alegres, de sonrisas, de ilusiones, de nuevos abrazos, de guiños cariñosos a mis hijos, a mi marido, a mis amigos, a todas las personas que amo y están lejos, me dará calorcito. Y cuando llame a mi puerta la tristeza la abriré, claro, pero llevaré conmigo la manta puesta.

CUENTO DE KHALIL GIBRAN

Dijo una ostra a la otra vecina:

- Siento un gran dolor dentro de mí. Es algo pesado y redondo, que me hace daño.

- Alabados sean los cielos y el mar –respondió la otra con altiva condescendencia- yo no siento dolor ninguno. Estoy buena y sana, por fuera y por dentro.

En ese momento, un cangrejo que pasaba oyó a las dos otras y dijo a la que estaba buena y sana por dentro y por fuera:

-Si, estás buena y sana: pero el dolor que siente tu vecina es una perla de extraordinaria belleza.

domingo, 24 de octubre de 2010

ASIGNATURAS PENDIENTES

A mi me parece que todas las personas tenemos algún punto flaco o varios. Me refiero a aspectos de la vida en los que tenemos más dificultades, como si fueran asignaturas que se nos resisten. A algunos tal vez les cuesta hacer amigos, muchos no tienen suerte en el trabajo, otros pasan verdaderos calvarios con las parejas o con el dinero… Para mí y para muchos de los lectores de este blog, el tema principal, el que me conmueve el alma son los hijos. Desde siempre, desde mucho antes de que muriera Ignasi, mis angustias, mi máximo temor gira alrededor de ellos. No porque hayan sido niños difíciles, no, al contrario, he tenido la suerte de tener dos hijos maravillosos. El temor al que me refiero es tan hondo que va más allá de la razón. Me recuerdo hace ya muchos años, antes de conciliar el sueño, repasando en la cama un día feliz y pidiendo, por favor, que cualquier prueba que me deparara la vida no tuviera que ver con los niños. Pero les ha tocado a ellos ser mis maestros. La muerte de Ignasi es y ha sido un gran aprendizaje, pero todavía me queda mucho que aprender con Jaume. Por ejemplo, un dolor de muelas intenso, como el que tiene desde hace tres días, es para mí una convulsión que me remite al epicentro de un dolor ancestral. Un miedo antiguo que tengo que ir desmenuzando para liberarle a él y a mí de un peso que nos impide amar sin temor. A nadie le gusta ver a sus seres queridos pasarlo mal, eso es obvio. Pero hacer nuestras sus emociones, sus pesares, no solo no ayuda en nada, sino que, al angustiarnos, nos convierte en menos eficaces. Lo sé y en eso ando. También sé que los puntos flacos, sean los que sean, guardan en su esencia un tesoro, un premio a la valentía de atravesarlos, de darles la vuelta y trasformarlos. Es así como se desvanecen los miedos. Nuestros hijos no son nuestros, son hijos de la vida, dice el poeta Khalil Gibran. En nuestras manos está amarles, apoyarles, ayudarles, pero no vivir su vida o pretender que vivan la nuestra. Sus retos están hechos a su medida, son las herramientas que les permiten crecer y encontrar un sentido a su existencia. Sin dificultades, no obtendrían logros. Y eso también sirve para los hijos muertos. No podemos retenerles, ni pretender que todo siga como antes, como si no hubiesen pasado al otro lado. Hay que soltar y soltar hasta que nos una solo el cariño.

domingo, 10 de octubre de 2010

LA ALEGRÍA DE VIVIR

Me gustan los días festivos y más si hay cuatro seguidos, como ocurre ahora con el puente del Pilar. La ciudad pierde las prisas y el murmullo incesante que la envuelve disminuye. Durante estos paréntesis de actividad laboral, es más fácil encontrarse con uno mismo, con las emociones aparcadas, con los sueños arrinconados… A mi me encanta estar en casa sin horarios, escuchar música por la noche sin el agobio de tener que madrugar y abrir los ojos por la mañana con la agradable sensación de tener todo un día por delante. Disfruto muchísimo de esta sensación, mezcla de ilusión y libertad, porque recuerdo muy bien las épocas de mi vida en que no ha sido así. Cuando al despertar me embargaba un sudor frío y salir de la cama representaba un acto de extrema voluntad. Sí, es más bonita la calma cuando se han atravesado grandes tempestades. Sé que a las personas que se encuentran en los primeros años de dolor, de pérdidas y duelo les cuesta imaginar que volverán a amar la vida. Pero también sé que tienen más posibilidades que otros de conseguirlo, de sentir alegría, de estar en paz. Cuando la existencia nos sacude y eso ocurre a menudo, con mayor o menor intensidad, saber que todo pasa, menos el amor, nos da fuerzas para continuar. A mí, cuando lo que sucede me aturde, me hiere, me va bien confiar en que los nubarrones, que a veces veo tan negros, se disiparán. Mientras, recurro al saber profundo que me ayudó a salir de otras incertidumbres y pido claridad a mis guías. Me reconforta pensar que hay grandes maestros que me ayudan y que mis seres queridos, vivos y muertos, velan por mí. No importa cuantas veces caiga, sé que en mí está el poder de volverme a levantar, de seguir con mi propósito que es amar. Donde hay luz disminuye la oscuridad.

domingo, 3 de octubre de 2010

CUENTO DE JORGE BUCAY

Gema nos manda este cuento de Jorge Bucay que, seguro, nos reconforta a todos.

Un día mi madre me preguntó cuál era la parte más importante del cuerpo. A través de los años trataría de buscar la respuesta correcta. Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije:
—Mis oídos, mamá.
—No, muchas personas son sordas y se arreglan perfectamente. Pero sigue pensando, te preguntaré de nuevo.

Varios años pasaron antes de que ella volviera a preguntarme. Desde aquella primera vez, yo había creído encontrar la respuesta correcta. Sin embargo, le dije:
—Mamá, la vista es muy importante para todos; entonces deben ser nuestros ojos.
Ella me miró y dijo:
—Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta porque hay muchas personas que son ciegas, y salen adelante aun sin sus ojos.

Continué pensando cuál era la solución. A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más, y ante mis respuestas la suya era:
—No, pero estás poniéndote más inteligente con los años. Pronto acertarás.

El año pasado, mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo. Entonces me preguntó:
—¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo, hijo?

Me asusté. Yo siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo. Pero mi madre vio la confusión en mi cara y me dijo:
—Esta pregunta es muy importante. Para cada respuesta que me diste en el pasado, te dije que estabas equivocado y te he dicho por qué. Pero hoy necesitas saberlo.
Ella me miraba como sólo una madre puede hacerlo. Vi sus ojos llenos de lágrimas, y la abracé. Apoyada en mí, dijo:
—Hijo, la parte del cuerpo más importante es tu hombro.
—¿Es porque sostiene mi cabeza?
—No. Es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío. Yo sólo espero que tengas amor y amigos, y así siempre tendrás un hombro donde llorar cuando más lo necesites, como yo ahora necesito el tuyo.

Cuando evocamos a los seres queridos que nos faltan, surge el recuerdo del hombro en que alguna vez lloramos, y la búsqueda del hombro amigo que nos ofrezca consuelo.

Cuando evocamos a los seres amados que se fueron, sentimos que es el momento en que nuestras almas se afinan para la melodía más profunda y sincera que nuestros corazones pueden crear.

Cuando evocamos a los que tanto añoramos es el tiempo de nuestro silencio. Cada uno con su imagen personal. Un padre, una madre, un hijo, una hija, abuelos, un marido, una esposa, un hermano, una hermana, un amigo. Así que cuando los evocamos, la melodía de sus vidas vuelve suave y dulcemente. Como si abriéramos un viejo baúl, los recuerdos y las imágenes van apareciendo y vuelven a emocionarnos.

Cada uno con su historia de amor, única, que continúa dando calor a nuestra vida. Una historia de sueños e ideales, de valores y tradiciones. Una historia en la que ellos y nosotros fuimos los protagonistas. Y que al recordarlos, continuamos escribiendo. Historias que nos contamos solamente a nosotros mismos, y tal vez a Dios.

Jorge Bucay

sábado, 2 de octubre de 2010

RENOVARSE

Ahora que caen las hojas de los árboles en un hemisferio y, en el otro, empiezan a florecer, ahora que estamos viviendo, por todas partes, momentos intensos de cambio, me parece una buena idea renovarse, como lo hace la naturaleza con las estaciones.

Y, aunque suene simple, yo empiezo por los armarios. ¡Parece mentira la cantidad de ropa que se puede llegar a acumular en el transcurso de la vida! Mi abuela materna, por ejemplo, se pasó buena parte de sus últimos 20 años haciendo colchas de ganchillo, de las que yo heredé una cantidad respetable. No tengo la costumbre de cubrir mi cama con ninguna de ellas, aunque son preciosas. La verdad es que se han pasado años sin moverse del armario, tapadas en fundas de plástico. Pues se acabó, me he quedado con una, como recuerdo y las demás las estoy regalando.

Hay sábanas, manteles, albornoces, fundas y cojines y un montón de telas más, ya envejecidas, que todas guardamos por si acaso, que yo ya he decidido jubilar. Lo mismo con las faldas, vestidos, jerséis y blusas que ya no me pongo. ¡Tengo la habitación de los armarios patas arriba, como si estuviera en obras! Voy haciendo bolsas a ratitos y con cada una que se va de casa, siento como si me hubiese sacado años de encima. No es fácil, porque con cada pieza hay que negociar, pero sé que lo hago por mi bien, para aligerar mi alma y pienso seguir así, sin prisas pero sin pausas, durante todo el año y parte del otro y, quizá, como comentaba medio en broma a una amiga, hasta que me muera. No quiero que los que me sobrevivan tengan que enfrentarse con lo que yo no he tirado.

Creo que al alma le pasa lo mismo que a los armarios abarrotados. Si no vamos deshaciendo el dolor, las heridas que hemos ido acumulando, no nos queda espacio para apreciar la alegría, la belleza, la bondad, todo lo bonito que nos puede suceder en la vida. Precisamente cuando más tristes estamos, más importancia adquiere renovarnos. Y eso, aunque también parezca simple, puede empezar por cuidar más nuestro aspecto. Sé que hay días en que uno no tiene ganas de nada, ni puede salir de casa, pero ir a la peluquería, arreglarse un poco, abrir una botella de vino en la cena, ir a pasear con una amiga, hacer algo porque sí, porque nos gusta levanta el ánimo. Y así, poco a poco, el corazón se va ensanchando y las heridas se van curando. Si a eso le sumamos la guía de un buen terapeuta, un poco de ejercicio diario y un masaje de vez en cuando, el “plan renove” está asegurado.

jueves, 30 de septiembre de 2010

CÓMO DARLE LA VUELTA A UN DÍA DIFÍCIL


Si nuestra energía es baja, es fácil dejarse arrastrar por el carrusel del desasosiego y el sufrimiento. Cuando no estamos en nuestro mejor momento, es cuando más atentos hemos de estar a nuestros pensamientos. Si no les ponemos límites, los pensamientos derrotistas crecen como las bolas de nieve. En los días en los que no me siento a gusto, ni conmigo misma, procuro parar unos minutos y recordar lo bueno que hay en mi vida, por pequeñito que sea. Me detengo en las cosas bonitas que me han sucedido. En esos días difíciles no escucho los telediarios, no dejo que entren en mi corazón las malas noticias, el miedo a la crisis, la crispación. En vez de eso, en la pantalla de cine de mi mente repongo las palabras cariñosas de una compañera, la sonrisa que me ha regalado un niño por la calle, el precioso tono rojizo de las nubes que he visto en el cielo, todas las veces que llamo a mi padre y me dice que ha pasado un buen día, la gratitud por tener unos hijos que me quieren, aunque a uno de ellos no lo vea, el amor de mi madre desde el otro lado, el de mis abuelas, la agradable sensación de tener una casa donde cobijarme, la tarde en que me bañé en el mar hasta que se puso el sol… Así voy deshaciendo las bolas de nieve. El día es el mismo, pero yo, después de recordar lo bueno, lo veo todo distinto.

lunes, 27 de septiembre de 2010

ASOCIACIÓN RENACER

La asociación Renacer, de acompañamiento al duelo, me ha hecho llegar vía mail “Páginas sin punto final… Sobre lo que Implica la Esencia de Renacer”, de Alicia y Gustavo Berti. Todavía no lo he terminado, pero creo que es un excelente

manual para los padres que enfrentan la muerte de sus hijos.

En él hay citas de Victor Frankl que me gustaría reproducir, como estas:

.”El hombre que se levanta por encima de su dolor, para ayudar a un hermano que sufre, trasciende como ser humano.

Respecto al sentido de la vida, Frankl afirma que “la vida tiene un sentido incondicional que no se pierde en circunstancia alguna, ni aún cuando el hombre de enfrenta con la triada trágica de su existencia, como son el sufrimiento, la culpa y la muerte. El sufrimiento se resuelve a través del servicio, la culpa a través del cambio existencial y respecto a la muerte, los padres aprenden a apreciar las oportunidades que la vida les ofrece, para realizar acciones de valor en homenaje a sus hijos, y deben hacerlo hoy, ya que desconocen la duración de sus propias vidas; la muerte se convierte así en acicate para la acción responsable”.

“Dejando fluir estos sentimientos en nuestro interior, daremos paso al nacimiento de un nuevo ser en nosotros, un ser capaz de disfrutar nuevamente del sol y de la naturaleza en todo su esplendor, un ser que no se resentirá por la vida, porque ha comprendido la muerte”.

Flankl afirma: “Al hombre se le puede arrebatar todo en la vida, menos la última de las libertades individuales: la actitud con que enfrentará lo que le toca vivir”.

El texto completo de “Páginas sin punto final” se puede encontrar en la sección de libros de http./www.gruporenacer.wordpress.com/

miércoles, 22 de septiembre de 2010

DESDE MI CIELO

Esta preciosa poesía se leyó el día que incineraron a Christian, el hijo de Carmen, que murió a los 21 años mientras dormía. Es tan bonita que he pensado que a todos nos hará bien conocerla.
Gracias Carmen


DESDE MI CIELO

Ahora que está todo en silencio
y que la calma me besa el corazón,
os quiero decir adiós.

porque ha llegado la hora
de que andéis el camino ya sin mí,
hay tanto por lo que vivir.

Hay tantas cosas
que nunca os dije en vida,
sois todo cuanto amo
y ahora que ya no estoy junto a vosotros
os cuidaré desde aquí.

vivo cada vez que hablais de mí
y muero otra vez si llorais.

Desde mi cielo
os arroparé en la noche,
os arrullaré en los sueños,
y espantaré todos los miedos.

Desde mi cielo
os esperaré,
no estoy solo pues me cuidan
la libertad y la esperanza
y nunca jamás os olvidaré.

lunes, 20 de septiembre de 2010

CÓMO COMUNICAR A LOS NIÑOS LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

Este artículo lo publiqué en el 2004 en la enciclopedia "La salud de nuestros hijos" de Círculo de Lectores.

Cuando se trata de anunciar la muerte de un ser querido hay que actuar con sinceridad, de nada sirven las mentiras piadoras ni las verdades a medias. Al contrario, cualquier falsa esperanza resulta demoledora. Hay que hablar al niño con cariño y palabras sencillas, exponiendo los hechos tal como son y confiar en que, por muy grande que sea su dolor, sabremos ayudarle. Los niños perciben la gravedad de las situaciones, aunque los adultos intenten disimular. Si se les mantiene al margen, aunque sea con la intención de protegerles, todavía sufren más. El primer contacto con la muerte de alguien que amamos produce, inevitablemente, una herida profunda, pero como todas las grandes crisis también proporciona la posibilidad de aprender a apreciar la esencia de lo realmente importante: el amor.

Distintas formas de decirlo

En función de las creencias familiares es posible abordar la muerte de un modo u otro:

.Creencia espiritual. El cuerpo deja de extir, pero el alma o la energía de la persona vive eternamente. Se le puede explicar al niño que el proceso de morir es parecido al que tiene lugar cuando los gusanos de seda dejan de serlo para convertirse en mariposas. Las personas vuelan hacia el cielo y entran en otra dimensión. Siguen existiendo, aunque no podamos verlas, y se convierten en ángeles de la guarda de los niños a quienes quieren.

.Familia agnóstica. Se le puede explicar al niño que el amor que esta persona ha dejado permanece en el corazón de los que le aman. Se trata de un "tesoro" al que se puede recurrir siempre que se esté triste. Estos recuerdos y pensamientos amorosos, con el tiempo, tienen el poder de transformar la tristeza en alegría y la añoranza en un entrañable sentimiento de compañerismo y solidaridad.

Reacciones habituales

.No creen lo sucedido. Igual que les ocurre a los adultos, al principio predomina la incredulidad. Aceptar la muerte requiere un tiempo, la reacción inmediata es negarla. En esta fase de confusión es posible que pregunten, al cabo de un rato de explicarles lo sucedido, cuándo volverá la persona muerta. Nunca hay que mentirles, porque eso poduce mucha más ansiedad.

.Estan enfadados y agresivos. Es normal sentir un gran sentimiento de injusticia y al mismo tiempo de frustración. Esto provoca mucha rabia, que cada niño demostrará a su manera y según su edad. Pueden aumentar las rabietas, las peleas en la escuela o los insultos o los portazos en casa.

.Se sienten culpables. En algún momento es fácil que piensen que lo sucedido es culpa suya porque un día hicieron algo indebido o dirigieron un mal pensamiento hacia la persona que ahora se ha ido. Con el paso del tiempo, cuando empiecen a desvanecerse en su mente sus rasgos físicos, pueden pensar que la traicionan y sentirse doblemente culpables.

Así viven el duelo los niños

.Lloran y juegan. Los niños y los adolescentes encaran el duelo de otra forma que los adultos. Lloran un rato, no muy largo y después tienen la capacidad de volver a reír y continuar con sus actividades habituales.

.En la escuela. Fuera del contexto familiar suelen actuar como si nada hubiese pasado y con sus compañeros no acostumbran a hablar de lo sucedido, en grupo intentan mantener una actitud de normalidad, aunque por dentro lo estén pasando mal.


Qué pueden hacer los padres

Intentar que expresen sus sentimientos. Para estimularles a que los exterioricen hay que preguntarles cómo se sienten, en vez de cómo estan. Aunque no lo parezca, existe un gran diferencia entre estar y sentir. Se puede estar más o menos bien o mal, pero uno se puede sentir de muy diversas formas. Contestar a cómo nos sentimos da pie a hablar largo y tendido, que es precisamente lo que conviene durante el duelo.

Dejar que vayan al funeral. Los ritos, sean religiosos o no ayudan a familiarizarse con el proceso de la muerte. Despedirse es importante para iniciar un buen duelo y asumir que la pérdida forma parte de la vida. Pensar que si no asisten sufrirán menos es un error. Cuanta más carga emocional se pueda sacar en el funeral, mejor. En este caso la frase "ojos que no ven, corazón que no siente" no sirve. Precisamente el proceso de curación pasa por sentir y por aceptar lo que se siente, por muy desagradable que sea.

.Hablar de la persona muerta con naturalidad. Cuando muere alguien muy cercano -un padre, un hermano, un abuelo o un amigo del alma- de repente dejar de nombrarle resulta tremendamente doloroso. A los familiares o personas muy queridas muertas hay que seguir dejándoles un espacio en el clan familiar. Si no se hace así la herida nunca se cura del todo.

.No evadir el tema de la muerte. No es fácil para los padres responder a las inquietudes que genera en un hijo la muerte, pero es preciso no eludir el tema y contestar con sinderidad. Pedir orientación a un especialista (psicólogo, asistente social, sacerdote, terapeuta...) puede resultar de gran ayuda.

.Manifestar apoyo abiertamente. No sólo se trata de mantener una actitud respetuosa ante el dolor que siente el otro, sino de expresar, verbalmente y con mimos y caricias, nuestro cariño. Siempre es bueno sentirase querido, pero en los momentos difíciles mucho más.

Pedir ayuda a un especialista sí...

.Antes sacaba buenas notas y ahora sus resultados académicos son desfavorables.

.En la escuela tiene una actitud muy rebelde o destructiva.

.Está persistentemente nervioso o le cuesta conciliar el sueño.

.La tristeza por la muerte del ser querido desencadena en él un cambio de carácter; se muestra especialmente reservado o deja de hacer lo que antes hacía con entusiasmo.

.Adopta una actitud temeraria, como si quisiera transmitir que su vida no le importa.

.Ha engordado mucho o ha perdido peso en poco tiempo.

.Intenta estar en casa el menor tiempo posible y no explica nada de lo que le sucede.


Buenas vías de escape

.Practicar un arte marcial. Va bien para liberar tensión.

.Aprender a relajarse. El yoda o el tai-chi reducen la ansiedad

.Apuntarse a alguna actividad cultural. Enriquecer el espíritu siempre reconforta.

.Realizar algún viaje. Ver otras realidades ayuda a relativizar.

.Practicar algún deporte. El ejercicio físico favorece el buen humor.

.Escribir un diario. Expresar los sentimientos ordena la mente.

domingo, 12 de septiembre de 2010

EL PENSAMIENTO ES CREATIVO

Un amigo me ha mandado esta entrevista que salió publicada en el diario "La Vanguardia". Habla de la importancia de ejercitar la mente para crearnos una realidad mejor. Yo he comprobado que la meditación ayuda mucho a conseguirlo.


MARIO ALONSO PUIG, CIRUJANO

"Lo que el corazón quiere, la mente se lo muestra"
Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo. "Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando". Hay que entrenar esa mente.

Tengo 48 años. Nací y vivo en Madrid. Estoy casado y tengo tres niños. Soy cirujano general y del aparato digestivo en el Hospital de Madrid. Hay que ejercitar y desarrollar la flexibilidad y la tolerancia. Se puede ser muy firme con las conductas y amable con las personas.


-Más de 25 años ejerciendo de cirujano. ¿Conclusión?

-Puedo atestiguar que una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su trayectoria.

-¿Psiconeuroinmunobiología?

-Sí, es la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.

-¿De qué se trata?

-Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.

-¿Qué tipo de cambios?

-Tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo. Y afecta a nuestra capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.

-¿Tenemos recursos para combatir al enemigo interior, o eso es cosa de sabios?

-Un valioso recurso contra la preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir cambios en el cerebro. Favorece la secreción de hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos cerebrales entre los dos hemisferios.

-¿Cambiar la mente a través del cuerpo?

-Sí. Hay que sacar el foco de atención de esos pensamientos que nos están alterando, provocando desánimo, ira o preocupación, y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Es más inteligente, no más razonable, llevar el foco de atención a la respiración, que tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.

-¿Dice que no hay que ser razonable?

-Siempre encontraremos razones para justificar nuestro mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento. Pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el porqué que el cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.

-Exagera.

-Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad.

-Más recursos...

-La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con transtornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.

-¿Podemos cambiar nuestro cerebro con buenas palabras?

-Santiago Ramon y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una frase tremendamente potente que en su momento pensamos que era metáforica. Ahora sabemos que es literal: "Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro".

-¿Seguro que no exagera?

-No. Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.

-¿Hablamos de filosofía o de ciencia?

-Las palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden activar, por ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas y los procesos mentales. Científicos de Harward han demostrado que cuando la persona consigue reducir esa cacofonía interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80%.

-¿Cuál es el efecto de las palabras no dichas?

-Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se transmite: la percepción va más allá de la razón. Según estudios de Albert Merhabian, de la Universidad de California (UCLA), el 93% del impacto de una comunicación va por debajo de la conciencia.

-¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?

-El miedo nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido, y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.

-La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente.

-Reaccionamos según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber preparación, sino sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el entrenamiento de la mente.

-Deme alguna pista.

-Cambie hábitos de pensamiento y entrene su integridad honrando su propia palabra. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos alteramos físicamente nuestro cerebro. El mayor potencial es la conciencia.

-Ver lo que hay y aceptarlo.

-Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación.

Sin fe en uno mismo hay temor,
el temor produce violencia,
la violencia produce destrucción,
por eso, la fe interna supera la destrucción.



"Sé el cambio que deseas ver en el mundo". Mahatma Gandhi

sábado, 11 de septiembre de 2010

CÓMO ATRAVESAR EL DOLOR

He pasado media vida intentando armar un caparazón que me protegiera del dolor. Es algo que aprendí instintivamente, debe formar parte de mi naturaleza. De pequeña y jovencita encajaba los pequeños o grandes sinsabores y los guardaba en lo más hondo de mí, bajo siete lleves, con la intención de que desaparecieran. No sabía hacerlo de otra forma, supongo; nunca he sido llorona y siempre me ha costado desfogarme gritando. A los treinta y pocos mi alma se descompuso después de un aborto y yo seguía sin saber qué hacer con el dolor más que encerrarlo. Gracias a esa sacudida, que arrastró con violencia todo el dolor que había ido guardando, empecé a escucharme: el yoga y la homeopatía me ayudaron. Pero hasta que la muerte de Ignasi no desbordó la presa y me arrastró al fondo, hasta casi ahogarme, no acepté el dolor como parte de la vida. Fue entonces cuando descubrí que encerrarlo, reprimirlo o ignorarlo era mucho más doloroso que sentirlo. El dolor y el miedo pierden fuerza cuando los reconocemos, cuando les otorgamos un espacio.

De hecho, cuando estamos dispuestos a vivir el dolor, cesa el sufrimiento. A partir de ahí, los terapeutas pueden ayudarnos. No es posible recoger cosechas sin labrar los campos.

martes, 7 de septiembre de 2010

AMBIVALENCIA

Hoy empieza el curso escolar y recuerdo el sentimiento ambivalente que sentía cuando mis hijos eran pequeños y volvían a la escuela: por un lado, me alegraba el regreso a la rutina invernal y, por otro, me entristecía romper la magia de los días sin prisa, sin horarios, sin obligaciones.

La ambivalencia forma parte de mi vida; me enorgullece que mi hijo Jaume se haya independizado, me produce una honda alegría verle coger las riendas de su existencia y, al mismo tiempo, me invade la nostalgia cuando entro en su habitación vacía ya de sus cosas. Lo mismo me ocurre cuando pienso en Ignasi. Le agradezco infinitamente todo lo que me ha ensañado antes y después de su muerte. He aprendido a valorar lo esencial desde que el no está en este mundo. Soy más consciente de la felicidad, de la alegría, vivo más ligera, me agobio menos. Sí, he crecido espiritualmente, pero no tanto como para que no eche de menos su sonrisa, su mirada, su voz… ¿Será siempre así?

A veces, en momentos especiales, únicos, relacionados siempre con el amor en mayúsculas, intuyo lo que hay más allá de la ambivalencia: la aceptación total de la VIDA. Esa pequeña percepción consigue apaciguar el desasosiego y me gusta.

martes, 31 de agosto de 2010

LA MUERTE NO EXISTE

Hoy he recibido por mail el extracto de una conferencia que impartió la Dra. Elisabeth Kübler-Ross hace años. Las palabras de esta extraordinaria mujer consiguen llegar directamente a mi alma, siempre. Es por eso que me hace ilusión compartirlas con los lectores de este blog.


...Después de haber trabajado con moribundos durante muchos años y tras haber aprendido al lado de ellos lo que es esencial en la vida, ya que hablan de sus arrepentimientos, de sus disgustos, justo antes de morir, cuando todo parece demasiado tarde, comencé a reflexionar sobre que es la muerte.

En mis cursos, el testimonio ofrecido por la señora Schwarz fue el primero que conocimos de una experiencia extracorporal experimentada por alguno de nuestros enfermos. Actualmente, en 1977 ya disponemos de centenares de testimonios parecidos, redactados en California, en Australia o en otros lugares. Todos tienen un denominador común, y es que las personas en cuestión abandonaron su cuerpo físico con toda conciencia. Esta muerte, de la que los científicos quieren convencernos, no existe en realidad. La muerte no es mas que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera
que la mariposa deja su capullo de seda. La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continua experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, siendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo. La única cosa que
perdemos en esta transformación es nuestro cuerpo físico, pues ya no lo necesitamos. Es como si se acercase la primavera, guardamos nuestro abrigo de invierno sabiendo que
ya esta demasiado usado y no nos lo pondremos de todas maneras. La muerte no es otra cosa.

Ninguno de mis enfermos que haya vivido una experiencia del umbral de la muerte, ha tenido a continuación miedo a morir, y quisiera subrayarlo, ¡ni siquiera uno solo de ellos!

Muchos de estos enfermos nos han contado también que, además de la paz, de la calma y de la certeza de percibir sin ser percibidos, habían tenido la impresión de integridad física; por ejemplo, alguien que había perdido una pierna a consecuencia de un accidente de automóvil, la vio separada, en el suelo, y a la vez tuvo la impresión de conservar las dos piernas después de haber abandonado su cuerpo.

Una de nuestras enfermas se volvió ciega a consecuencia de una explosión en un laboratorio. Inmediatamente después se encontró en el exterior de su cuerpo pudiendo
ver de nuevo. Miraba las consecuencias de este accidente y describió más tarde lo que ocurría cuando la gente llegaba al lugar. Cuando los médicos consiguieron hacerla
volver a la vida, se había quedado completamente ciega. Esta es la explicación de por que muchos de los moribundos luchan contra nuestras tentativas de volverlos a la vida,
cuando ellos se encuentran en un lugar mucho mas maravilloso, mas bello y más perfecto.

A propósito, los momentos que me han parecido mas impresionantes han sido
los que se relacionan con mi trabajo con niños moribundos. No hace mucho tiempo que me vengo dedicando a este aspecto de mis tareas. Actualmente casi todos mis enfermos son niños. Yo los llevo a sus casas para que puedan morir. Preparo a sus padres, a sus
hermanos y hermanas. Los niños temen estar solos en el momento de la muerte, tienen
miedo de que no haya nadie junto a ellos. En el acontecimiento espiritual del pasaje no
se esta solo, como tampoco estamos solos en la vida cotidiana, pero esto no lo sabemos. Por tanto, en el momento de la transformación, nuestros guías espirituales, nuestros ángeles de la guarda y los seres queridos que se fueron antes que nosotros, estarán cerca de nosotros y nos ayudaran. Esto nos ha sido confirmado siempre, así que ya no dudamos nunca de este hecho. ¡Notad bien que hago esta afirmación como hecho científico! Siempre hay alguien para ayudarnos cuando nos transformamos.

Generalmente son los padres o madres que nos han “precedido”, los abuelos o abuelas o incluso un niño que haya partido antes que nosotros, y frecuentemente llegamos incluso a encontrar a personas que ignorábamos estuviesen ya del “otro lado”...

Tenemos el caso de una chiquilla de doce años que no quería hablar con su
madre de su experiencia maravillosa, puesto que ninguna madre quiere oír que uno de
sus hijos se haya sentido mejor en otro lugar que no sea su casa, y esto es comprensible.

La experiencia de la niña era tan extraordinaria que tuvo la necesidad de contársela a alguien y entonces le confío a su padre lo que había vivido en el momento de su
“muerte”. Fueron acontecimientos tan maravillosos que no quería volver. Independientemente del esplendor magnifico y de la luminosidad extraordinaria que han sido descritos por la mayoría de los sobrevivientes, lo que este caso tiene de particular es que su hermano estaba a su lado y la había abrazado con amor y ternura.

Después de haber contado todo esto a su padre añadió: “Lo único que no comprendo de todo esto es que en realidad yo no tengo un hermano”. Su padre se puso a llorar y le contó que, en efecto, ella había tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ahora, que había muerto tres meses antes de su nacimiento.

¿Comprendéis por que os cito un ejemplo como este? Porque mucha gente tiene tendencia a decir: “Claro, no se había muerto aun y en el momento de la muerte, naturalmente, se piensa en los que se ama y se los imagina uno físicamente”.

Pero esta niña de doce años no había podido representarse a su hermano.

Yo siempre pregunto a todos mis niños moribundos a quien desearían ver, a quien les gustaría tener cerca de ellos. Claro está que mi pregunta se refiere siempre a una presencia terrestre (muchos de mis enfermos no son creyentes y yo no podría hablar con ellos de una presencia después de la muerte. Se sobreentiende que no impongo a nadie mis convicciones). Les pregunto pues a mis niños a quien les gustaría tener cerca
si tuvieran que elegir a una persona. El noventa por ciento se deciden por “mama” o
“papa". Con los niños negros es diferente, ellos prefieren a menudo a una de sus tías o abuelas, pues las ven mas frecuentemente y las quieren mas. Aquí solo se trata de diferencias culturales. Ninguno de los niños que optaron por “papa” o “mama” contó, tras una de estas experiencias del umbral de la muerte, haber visto a ninguno de sus padres, a menos que uno de ellos hubiese muerto antes.

Mucha gente podría decir otra vez: “Se trata de una proyección del pensamiento engendrada por un deseo. Como los que mueren están solos, se sienten abandonados y tienen miedo, es por eso que imaginan a alguien a quien amar”. Si esta afirmación fuera cierta, el noventa y nueve por ciento de mis niños de cinco, seis o siete años deberían Ver a su padre o a su madre. Hemos consignado los casos a lo largo de los años, y ninguno de ellos ha dicho, en el caso de su muerte aparente, que había visto a su padre o a su madre, puesto que éstos vivían aun.



Sobre la cuestión de saber a quien se ve en una muerte aparente, dos condiciones
se manifiestan con un denominador común: primera, que la persona percibida debía de haber “partido” antes, aunque solo fuera unos minutos antes y segunda, que debía de haber existido un lazo de amor real entre ellos.

Pero aun no os he contado el caso de la señora Schwarz. Murió dos semanas después de que su hijo terminara la escuela. Yo la hubiera olvidado sin duda como una mas de mis numerosos pacientes si ella no hubiera regresado y me hubiese visitado.

Aproximadamente diez meses después de su entierro yo estaba furiosa, una vez mas. Mi seminario sobre el morir y la muerte estaba a punto de hacer agua. Debía renunciar a la colaboración del pastor con el que trabajaba y al que quería mucho. Mientras, el nuevo pastor buscaba influir en el publico recurriendo a los medios de comunicación. Estabamos pues obligados a hablar cada semana de las mismas cosas, pues mi seminario entretanto se había convertido en un acontecimiento. Yo no tenia ningunas ganas de continuar participando. Sentía la situación como una especie de tentativa de querer prolongar una vida que no vale la pena de ser vivida. Yo no podía ser yo misma. No veía otra salida para alejarme de ese trabajo que la de dejar la universidad. La decisión era difícil pues amaba mi trabajo, pero no llevado a cabo de esa manera. Tome a mi pesar esta decisión: “Abandonaré la universidad hoy mismo, presentare mi dimisión al final del seminario sobre el morir y la muerte”.

Después de cada seminario el pastor y yo tomábamos a la vez el ascensor y terminábamos nuestra discusión sobre el trabajo cuando uno de los dos se detenía. El problema de este pastor es que oía mal, lo que lo complicaba todo. Entre la sala de conferencias y los ascensores le dije tres veces que debía volver a los cursos, pero no me escuchaba y continuaba hablando de otra cosa. Yo estaba al borde de la desesperación, y cuando me desespero me vuelvo muy activa. Antes de que el ascensor se detuviese lo cogí por el cuello, aunque el era gigantesco, y le dije: “Quédese ahí. He tomado una decisión muy importante de la que quisiera informarle”.

En ese momento apareció una mujer delante del ascensor. Sin querer, yo 1a miraba fijamente. No puedo describirla, pero os podéis imaginar cómo se siente uno cuando se encuentra con alguien quien se conoce mucho y de pronto no se sabe quien es. Le dije entonces al pastor: “Dios mío, ¿quien es? Yo conozco a esa mujer, me mira y espera que usted tome el ascensor para acercarse a mí”.
Estaba tan preocupada por la visión de esa mujer que se me había olvidado por completo que seguía asiendo al pastor por el cuello. Con esa aparición mi proyecto fue desbaratado.

La mujer era muy transparente, pero no tanto como para poder ver a través de
ella. Le pregunté una vez mas al pastor si la conocía, pero no me respondió. No insistí y
lo ultimo que le dije fue más o menos esto: “¡Vaya! Iré a verla y le diré que por el momento no recuerdo su nombre”. Estas fueron mis ultimas palabras antes de que él partiera.

Desde el momento en que subió al ascensor la mujer se acerco a mi y me dijo:

“Doctora Ross, yo debía volver. ¿Me permite que la acompañe a su despacho? No abusare de su tiempo”. Dijo algo mas o menos parecido, y como aparentemente sabía donde estaba mi despacho y conocía mi nombre me sentí aliviada al no tener que
admitir que yo no recordaba el suyo. Sin embargo, fue el camino mas largo de mi vida. Yo soy psiquiatra y trabajo desde hace mucho tiempo con enfermos esquizofrénicos a
los que quiero mucho. Cuando me cuentan alucinaciones visuales les contesto siempre:

“Si, ya lo se, ves una virgen en la pared pero yo no puedo verla”. Y ahora yo me digo a
mi misma: “Elizabeth, tu sabes que ves a esta mujer y, sin embargo, esto no puede ser verdad”. ¿Podéis poneros en mi lugar? Mientras caminaba desde los ascensores hasta mi despacho, me seguía preguntando si era posible lo que estaba viendo, me decía a mi
misma: Estoy demasiado cansada y necesito vacaciones. Tengo que tocar a esta mujer para saber si está caliente o fría”. Fue el camino mas increíble que yo haya hecho nunca. Durante todo el tiempo ni siquiera sabia por qué hacia todo esto ni quien era ella.

De hecho, incluso rechace el pensamiento de que esta aparición pudiera ser la de la señora Schwarz, que había sido enterrada hacia algunos meses. Cuando juntas
alcanzamos la puerta de mi despacho, ella la abrió como si yo fuera la invitada en mi casa.

La abrió con una finura, una dulzura y un amor irresistible y dijo: “Doctora Ross, yo debía venir por dos razones. La primera, para darle las gracias a usted y al pastor G.
(se trataba del maravilloso pastor negro con el que me entendía tan bien) por todo lo que hicieron por mi, pero la verdadera razón por la que debía volver es para decirle que no
debe abandonar este trabajo sobre el morir y la muerte, por lo menos, no por ahora”.

Yo la miraba, pero no puedo ahora decir si en aquel momento pensaba realmente que la señora Schwarz estaba delante de mi, sabiendo que había sido enterrada hacia
diez meses. Además yo no creía que tales cosas fueran posibles.

Finalmente entré en mi despacho. Toque los objetos que conocía como reales. Toque mi escritorio, pase la mano por la mesa, palpe la silla. Todo estaba concretamente presente. Podréis imaginaros que todo ese tiempo yo esperaba que por aquella mujer desapareciese. Pero no desaparecía sino que me repetía insistente pero amablemente “Doctora Ross, ¿me escucha? Su trabajo no ha terminado todavía.

Nosotros la ayudaremos, sabrá cuando podrá dejarlo, pero se lo ruego, no lo interrumpa ahora. ¿Me lo promete? Su trabajo no ha hecho mas que comenzar”.

Durante ese tiempo yo pensaba: “Dios mío, nadie me creerá si cuento lo que estoy viviendo ahora, ni siquiera mis mas íntimos amigos”.

En aquella época, evidentemente, yo no me imaginaba que un ida podría hablar delante de centenares de personas. Por fin la científica que hay en mi termino sobreponiéndose y astutamente le dije: Ya sabrá usted que el pastor G. vive actualmente en Urbana, puesto que ha vuelto a una parroquia”.

Y continúe casi inmediatamente: “Seguramente estará encantado de recibir una nota suya. ¿Ve usted algún inconveniente?”. Y le pase un lápiz y una hoja de papel.

Naturalmente, no tenia ninguna intención de enviar esas líneas a mi amigo, pero necesitaba una prueba palpable, puesto que esta claro que una persona enterrada no puede escribir una carta. Esa mujer, con una sonrisa muy humana, mejor dicho, no humana, con una sonrisa llena de amor, podía leer todos mis pensamientos. Yo sabia mejor que nunca que se trataba de lectura de pensamiento. Cogió el papel y escribió varias líneas. (Naturalmente, las enmarcamos y las guardamos como un tesoro.) Después dijo, sin abrir la boca: “¿Esta usted contenta?”. Yo la miraba fijamente y pensaba:

“No podré compartir con nadie esta experiencia pero conservare esta hoja de papel”. Después, preparándose para partir me repitió: “Doctora Ross, me lo promete, ¿verdad? Yo sabia que me hablaba de la continuación de mi trabajo, y le respondí: “Sí, lo prometo”. Desapareció. Guardamos todavía sus líneas manuscritas.

Hace alrededor de un año y medio se me informo que mi trabajo relacionado con los moribundos había terminado puesto que otros podrían continuarlo y que ese trabajo
no era la verdadera vocación para la que yo había venido a la tierra. Mi trabajo sobre el morir y la muerte no seria para mí mas que una prueba para verificar si era capaz de imponerme a pesar de las dificultades, la difamación, la resistencia y muchas cosas mas. Salí bien de este examen y lo aprobé. La segunda prueba consistía en verificar si la gloria se me subiría a la cabeza, pero no se me subió, y también la pasé.

Mi tarea verdadera, y en este punto necesito vuestra ayuda, consiste en decir a
los hombres que la muerte no existe. Es importante que la humanidad lo sepa, pues nos encontramos en el umbral de un periodo muy difícil, no únicamente en América sino en todo el planeta Tierra. La falta tiene que ver con nuestra sed de destrucción, incumbe a
las armas atómicas, incumbe también a nuestra codicia, a nuestro materialismo y a nuestro comportamiento en materia de polución. Somos culpables de haber destruido muchos dones de la naturaleza y de haber perdido toda espiritualidad. Yo exagero un poco, pero seguramente no demasiado. El único modo de aportar un cambio para el advenimiento del tiempo nuevo, consiste en que la tierra comience a temblar a fin de conmovernos y tomar conciencia.

Es necesario que lo sepáis, pero no que tengáis miedo. Solo abriendoos a la espiritualidad y perdiendo el miedo llegareis a la comprensión y a revelaciones superiores. A esto podéis llegar todos.
Para ello, no es necesario dirigiros a un guía, ni tenéis la obligación de iros a la
India, ni siquiera os hace falta un curso de meditación. Es suficiente con que aprendáis
a entrar en contacto con vuestro yo, y esto no os cuesta nada. Aprended a tomar contacto con vuestro ser profundo y aprended a desembarazaros de cualquier miedo.

Una manera de no volver a tener miedo es saber que la muerte no existe y que todo lo que nos sucede en esta vida sirve para un fin positivo. Desembarazaos de vuestra negatividad, empezad a tomar la vida como un reto, como un lugar de examen para poner a prueba vuestras capacidades internas y vuestra fuerza.

La casualidad tampoco existe. Dios no es alguien que castiga y condena.

Después de haber dejado definitivamente vuestro cuerpo físico, llegareis al lugar que se designa como cielo o infierno, lo que no tiene nada que ver con el Juicio Final. Lo que hemos aprendido por nuestros amigos que se fueron, lo que aprendimos de los que volvieron, es la certeza de que cada ser, después de su pasaje, debe mirar algo que
recuerda a una pantalla de televisión, en la que se reflejan todos nuestros actos, palabras
y pensamientos terrestres.