domingo, 27 de junio de 2010

LATINOAMERICA EN MI CORAZÓN

Me siento unida a Latinoamérica, quizá porque hablamos el mismo idioma, porque es un continente hermoso, porque algunos de sus escritores reflejan un mundo mágico y próximo, porque una de mis mejores amigas es Argentina y vive ahora en Buenos Aires, porque tengo allí otras compañeras del alma más recientes pero igual de buenas, porque he conocido Chile a través de la mirada de Isabel Allende, porque Ángeles Mastretta, me habla de México, porque uno de los doctores que me acercó a la medicina cuántica es mexicano, porque a través de este blog conozco a personas hermosas de Perú, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Colombia, Costa Rica, Venezuela, Brasil, Republica Dominicana… Sí, quizá por todo eso quiero mandar un abrazo grande a todos los que apuestan por la vida allí, y otro especialmente amoroso a las familias ecuatorianas que viven en España. Esas familias que se han quedado sin los abrazos de sus hijos, porque un tren se llevó de golpe la vida de 12 jóvenes ecuatorianos la noche San Juan, cuando se dirigían felices a festejar la verbena en la playa más latinoamericana de mi ciudad: Castelldefels.

A esas familias, ahora sin consuelo, y a todas las que inician en el mundo el duelo inmenso que es ver desaparecer a un hijo, me gustaría acurrucarlas en los brazos del amor más puro y contarles despacito que sus hijos siguen vivos en sus corazones, que su energía y su amor son eternos, que nadie pierde a los seres queridos, que ellos se encuentran protegidos y bien en los brazos de sus ángeles, que lloren su pena, sin renunciar a la vida ni a la alegría de haberlos parido.

sábado, 26 de junio de 2010

ADÓNDE VAN NUESTROS HIJOS AL MORIR


A mí, como a todos, la muerte me daba miedo hasta que se fue Ignasi. Si mi niño había pasado por ella, yo tenía que mirarla de cerca, levantarle la capa y observarla con lupa hasta entenderla. No podía cerrar los ojos y quedarme con el miedo a lo desconocido, aferrada a los prejuicios de un pensamiento racional que ignora la muerte.

Yo no sé si a todas las madres nos ocurre lo mismo, pero cuando me encontré con el cuerpo inerte de mi hijo tuve la certeza de que su energía, en otro lugar, estaba intacta. Su cuerpo había muerto, si, era evidente, pero la luz, el alma que hasta entonces había configurado lo que era Ignasi, ¿dónde estaba? ¿Qué podía hacer para sentirla de nuevo? ¿Cómo podía seguir protegiéndole?

Ya he contado en otras ocasiones, en este blog, la desesperación que me acompañó durante mucho tiempo, voy a centrarme ahora en las puertas que se me abrieron, en los umbrales de conocimiento que he ido cruzando durante estos once años, leyendo y estando en contacto con personas sensibles a los mundos paralelos, capaces de vislumbrar lo que hay detrás de los finos velos que entretejen la existencia. Y no me refiero a gente volada que convoca espíritus y alza mesas, hablo de científicos como Michio Kaku, físico teórico que apareció recientemente en “La Contra” del periódico “La Vanguardia”, entrevistado por Víctor Amela, el 10 de mayo de este año. Kaku, que colabora con el acelerador de partículas de Ginebra, afirma que no hay un solo universo: “¡hay muchísimos universos a la vez, simultáneos, paralelos..! Nuestro niverso es una burbuja más en una sopa de universos".

La barrera que separa la ciencia con la espiritualidad empieza a desvanecerse con los conocimientos que aporta la física cuántica. Los investigadores comienzan a explicar de forma analítica, lo que personas muy cercanas al amor, a la espiritualidad, intuyen como ciertas.“La muerte no existe, el ser vive eternamente”, me dijo una de ellas que ha escrito los libros de la colección “Ciencia Cósmica”. Estamos aquí para realizar un trabajo evolutivo. Todos tenemos un Ser de Luz que nos guía y, al desencarnar, él es el encargado de acogernos con cariño y evaluar con nosotros el conocimiento que hemos adquirido”. Existen rigurosos estudios científicos basados en innumerables personas que han pasado por lo que se denomina “experiencia de casi muerte”, es decir, pacientes que los médicos han dado por muertos, durante un tiempo más o menos largo, y que luego han vuelto en sí. El relato de estas personas, en su inmensa mayoría, coincide en la visión de un túnel luminoso, al final del cual se encuentra un ser bondadoso –su Ser de Luz- y definen la totalidad del proceso como un tránsito absolutamente amoroso. Una experiencia placentera de tal magnitud que cambia por completo el resto de sus vidas.

Pues bien, allí, en el otro lado del túnel, en esos universos paralelos en donde reside la energía, el alma de los que se han ido, tomamos conciencia de quienes somos: seres espirituales. El concepto del tiempo es otro, prosigue el aprendizaje y es posible desplazarse con el pensamiento.

Ya sé dónde está la esencia de Ignasi y, como muchas otras madres, a menudo puedo sentirla. La noto como un “subidón” de amor que me anuncia su presencia. Como si el mundo se parara y yo me sintiera en paz y serena. Entonces, como si mi mente fuese el teclado de un ordenador, yo le pregunto y, en la pantalla donde aparecen los pensamientos, él me contesta. También sé cómo protegerle: ahuyentando mi tristeza, mis reclamos, mis exigencias, mis ideas preconcebidas. Centrándome en engrandecer el amor y la confianza. Viendo en cada uno de nosotros una lucecita, sintiéndome unida a todas las almas. A las que estamos aquí de paso, experimentado, y a las que están allí, en esos otros mundos, aprendiendo para, quizá, volver, con más capacidad de amor, al río de la vida.

miércoles, 23 de junio de 2010

LA NOCHE DE SAN JUAN


En la parte del mundo donde nací y vivo la noche del 23 de junio es especial. Celebramos la llegada del verano y la abundancia de las cosechas. Es una noche de verbenas, de fogatas, de orquestas y bailes, de cohetes, de ilusión. Es una noche mágica. Por eso, porque es un canto a la vida, duelen quizá más las ausencias.

Recuerdo una verbena de cuando era una niña. Recuerdo a mis padres bailando y yo extasiada mirándolos. Y me recuerdo a mí de joven, con dulzura, bailando al son de “Arribedelchi Roma”… Sintiendo desvanecer mi cordura al ritmo de “Tengo un tractor Amarillo”, dejándome llevar por la noche más corta y suave del año.
Tengo grabadas las caras de mis hijos mirando con emoción y asombro las fogatas, encendiendo bengalas y petardos, negándose a ir a dormir hasta que saliera el sol.

Esta es una noche para soñar, para ahuyentar males y expresar deseos. Y yo deseo fervientemente que todas las madres se unan al amor de sus hijos, vivos o muertos y sientan en sus corazones la alegría de haber dado a luz.

jueves, 17 de junio de 2010

LA FUERZA RESIDE EN NUESTRO INTERIOR

He tenido la suerte de contar con personas amorosas que han estado a mi lado en momentos difíciles. Una de ellas ha sido Amelia, a quien todos los que la conocemos llamamos Tita. Ella me ayudó a remontar el dolor que me produjo un aborto a los 33 años y, desde entonces, ha estado siempre presente en mi vida aunque, desde hace un tiempo, viva a miles de kilómetros.

Pasé por un bajón existencial grande, hará unos 4 años, y uno de los días en los que vino a verme Tita, me contó este cuento que sacudió mi alma y todavía la sacude:

Había una niña feliz que vivía con su familia en un pueblecito de la India. No tenía hermanos y, poco después de cumplir los 4 años, su madre, a la que estaba muy unida, enfermó. La mujer se fue apagando y, en menos de un mes, murió. El mundo alegre y protector que hasta entonces la rodeaba se volvió gris y la niña entristeció de tal manera que quería morir. No puedes irte con tu mamá, le dijeron sus vecinos, tienes a tu padre y has de ser fuerte para ayudarle a sobrellevar su tremendo dolor. Con el tiempo, y a pesar de la tristeza, la relación con su padre fue haciéndose estrecha y amorosa. Días antes de cumplir los 15 años, su padre, siguiendo la tradición, le anunció que le había encontrado un buen hombre para desposarla. Ella le suplicó que no, pero la boda se celebró y al cabo de unos días su padre murió. La joven esposa volvió a quedar vacía hasta querer morir y los vecinos volvieron a decirle que tenía que ser fuerte, tenía un marido a quién cuidar y debía vivir por él. Poco después de dar a luz a un precioso niño, el marido enfermó y murió. Tienes un hijo a quién criar, no puedes venirte a bajo ahora, has de ser fuerte por él le dijeron sus vecinos, pero cuando el niño estaba a punto de cumplir 4 años también murió. Se quedó sola y desgarrada, pasaban los días, los meses y ella, acurrucada en su camastro, solo quería morir. Entonces los vecinos le dijeron: tienes que vivir por ti, Dios te ayudará. Perpleja ella les respondió: ¿Por qué no me dijisteis eso cuando murió mi madre? Si hubiese puesto desde el principio la fuerza en mí, en vez de intentar vivir para los demás, hubiese atravesado el dolor sin tanto sufrimiento.

jueves, 10 de junio de 2010

DARNOS PERMISO PARA SER FELICES

El otro día hablando de las trampas del duelo se me olvidó una, que se acentúa con las penas, pero que en realidad yo la llevaba a cuestas desde mucho, mucho antes de morir Ignasi. Me refiero a esa sensación de tener siempre algo clavado en el alma que impide reír con ganas y disfrutar del momento. Como un ¡ay! perpetuo por motivos siempre distintos, que vistos en perspectiva parecen verdaderas tonterías. Podría decir que son excusas para no ser feliz. Hasta que un día decidí darme permiso para serlo. Y me lo voy dando siempre que lo necesito. Permiso para disfrutar de eso o aquello, para relajarme, para sentir alegría, incluso para vivir la tristeza y la nostalgia. A mi me gustaría que me saliera de natural, pero estoy contenta cuando me doy cuenta que vuelvo a las andadas, cuando tomo consciencia de que me tengo que dar permiso y me lo doy. Es algo parecido a decirle a mi mente que aquí mando yo, por más pensamientos inquietantes, -de esos que van haciéndose grandes como una bola de nieve o de los otros más pequeños pero molestos-, y que mi intención es pasarlo bien, participar con los cinco sentidos de los momentos bonitos, crearlos o dejarme llevar por los que han creado los demás. Me estoy educando para sentir placer y disfrutar de mí tal como soy, una asignatura que muchos llevamos medio mal o muy mal.

Las comparaciones siempre son odiosas pero voy a hacer una que, aunque banal, a mí me ha servido. Cuando tenía 20 años y me veía en las fotos, siempre me encontraba algún fallo, cuando esas mismas fotos las he vuelto a ver a los 40, me he visto radiante. ¡Y eran las mismas! He tenido que llegar a los 40 para ver la belleza de los 20 años. Ahora, que voy a cumplir dentro de poco 53, me veo estupenda en las fotos de los 40. Pues bien, ¿para qué esperar a los 70 para encontrarme guapa a los 50? ¿Para qué amargarme con las cosas que dentro de unos años no consideraré relevantes? Mejor empezar a partir de ya a quitarle hierro a la vida. Pasará lo que tenga que pasar, nos agobiemos o no. Mejor honrar la memoria de nuestros hijos expandiendo el amor que ellos sembraron en nuestros corazones.

miércoles, 9 de junio de 2010

ESCUCHAR A LA INTUICIÓN

He hablado mucho en este blog de lo importante que es pedir ayuda cuando se atraviesa un duelo y realmente creo que lo es. Sin embargo, he escrito poco de lo que considero vital: guiarse por la propia intuición. Nada ni nadie nos puede salvar, rescatar o eliminar el dolor que sentimos, excepto nosotros mismos. Una situación límite, como es la muerte de un hijo, es el mejor momento para empezar a conocernos, para indagar en nuestra alma y preguntarnos quiénes somos, qué sentido nos reconfortaría darle a nuestra vida, cómo podemos sernos útiles a nosotros y a los demás. La intuición es tan real y eficiente como el razonamiento, pero cuenta con el plus de qué sabe qué necesitamos en cada momento y tiene en cuenta nuestros sentimientos. Surge de nuestra parte divina, no de lo que los demás consideran bien o mal. La intuición está hecha a nuestra medida. ¿Pero cómo sentir esa vocecita a menudo tan débil que apenas se oye? Aprendiendo a relajarnos y meditando. Parando. Apartándonos a ratitos del ruido del mundo, y estando atentos a lo que sucede en nuestro interior. En silencio. La fortaleza aumenta dejando espacio a la intuición. Todos nacemos con este don, solo tenemos que recuperarlo.

martes, 8 de junio de 2010

UN HERMOSO CUENTO

Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto.

Desde la muerte y durante años no podía dormir, lloraba y lloraba, hasta que amanecía.
Un día, cuenta el cuento, se le apareció un ángel:

- Basta ya.
Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más...
El ángel le dice:
¿Lo quieres ver?
Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
Ahora lo vas a ver, quédate acá.
Por una acera enorme empiezan a pasar un montón de niños, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos.

Como uno se imagina el cielo con los angelitos.
El hombre dice;
¿Quiénes son?
Y el ángel responde:
Estos son los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen éste paseo con nosotros, porque son puros...
-¿Mi hijo estará entre ellos?
- Si, ahora lo vas a ver.
Y pasan cientos y cientos de niños...
¡Ahí viene, avisa el ángel!
Y el hombre lo ve radiante como lo recordaba.
Pero hay algo que lo conmueve:


De todos los niños, el es el único que tiene la vela apagada.
Y siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo.
En ese momento su hijo lo ve, viene corriendo y se abraza con él.
Él lo abraza con fuerza y dice:
- Hijo- ¿Por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás?
-Sí claro papá, todas las mañanas encienden mi vela, igual que la de todos, pero...

¿Sabes que pasa?

Cada noche tus lágrimas...apagan la mía…


He traído este cuento desde el blog de CECI

yoteesperabayoteespero.blogspot.com


Ella a su vez lo lo trajo desde el blog de Vero: verydiro


“Debo confesar que al leer este cuento, -dice CECI, se me estremeció todo el cuerpo, cuantas veces me habré dormido llorando? Ahora me gusta recordar a mi bebé con paz, algunas veces todavía me duele recordar lo que tuve que vivir, pero no me duele recordarla a ella. Ella sólo trajo amor a mi vida”.


Creo que el amor que sentimos por nuestros hijos muertos es tan grande que podremos transformar el dolor en alegría para que ellos se sientan felices y en paz. Se lo merecen y nosotras también.


Gracias CECI

sábado, 5 de junio de 2010

LAS POSIBLES TRAMPAS DEL DUELO


Cada uno vive su duelo como mejor sabe y a mi me parece que todo lo que reconforta vale. Pero entiendo que hay algunas actitudes que confunden y dificultan más que otras.

Al principio de mi camino yo me esforzaba por salir de la cama, por comprar cosas de comer buenas para cerrar el paso a la desgana, al precipicio al que me avocaba negar cualquier mínimo placer si Ignasi no estaba, si él no podía compartirlo. También me exigía arreglarme, más de lo que lo hacía antes, como para plantarle cara a la sensación profunda de abandono que sentía.

Algunas personas encuentran refugio en el alcohol o en otras drogas. Amortiguan el dolor, es cierto, pero hay que tener cuidado de no convertir ese refugio en otro aguajero negro. Así como a veces son necesarios los ansiolíticos y los antidepresivos –yo estuve medicándome durante dos años- no es bueno agarrarse definitivamente a ellos.

Tampoco creo que la actividad desmedida sea un buen compañero a largo plazo, porque impide conectar con lo que sentimos que es, aunque cueste, de lo que se trata.

Buscarse un amante para tener la sensación de estar vivo, de recuperar ilusiones, también puede ser una trampa. Encerrarse en la Iglesia a cal y canto, puede ser otra. Con eso no quiero decir que no tengamos que beber vino ni recurrir a Dios. No, me refiero a que el camino más directo a la recuperación es encontrar nuestra fuerza interior, no dársela a otros o a algo externo. Tarde o temprano, con los vaivenes necesarios, tendremos que afrontar que nuestro hijo a muerto y que esto duele y es preciso pasar por ese dolor y escuchar a nuestra alma.

Entre medio cometeremos locuras, y en algún momento malo tal vez deseemos morir y acabar con todo. Es normal, estamos desquiciados, no añadamos la culpa a nuestros pesares. No nos juzguemos, simplemente recordemos que hay que practicar, con nosotros mismos y con los que queremos, el arte del tira y afloja. Perseguir el camino del medio, guiarnos por el sentido común. Y eso es difícil cuando se está desesperado, deprimido, triste y agobiado. Ser indulgente y comprensivo con uno mismo es sanador. Y nos permite serlo con los demás. Hay trampas y podemos caer en muchas, pero no olvidemos que el amor, en mayúsculas, es lo que nos salva.

RENDIRNOS A LA VIDA

A mi me parece que pasamos media vida aprendiendo y la otra media, desaprendiendo. Y la muerte de un hijo, como todas las grandes crisis, encierra la oportunidad de un curso acelerado precisamente de eso, de rendirse a la vida sin condiciones.

Rendirse a la vida, tal vez pueda parecer una opción fácil pero no lo es en absoluto. Requiere un esfuerzo inmenso. Rendirse a la vida sin condiciones es parecido a decir: “Estoy dispuesta a vivir lo que sea. A experimentar lo que la vida –que es la que sabe- me ponga en el camino, sin resistencias por mi parte, eligiendo el amor en cualquier situación que se me presente”. A veces lo conseguiremos y otras no, pero la intención es lo que cuenta.

­­ Rendirse a la vida sin condiciones es parecido también a aceptarla tal como es y aceptarnos a nosotros tal como somos, dejando un lugar a nuestro lado menos brillante, a nuestros errores, a nuestras frustraciones, a nuestro dolor, a nuestra agresividad, a nuestros instintos más primarios…” Eso también forma parte de nosotros, Si rechazamos eso, sufrimos.

Rendirse a la vida de corazón, sin condiciones, es el paso previo a encontrar la serenidad, la fuerza interior, nuestro poder personal.

Dicen que todos los grandes maestros han pasado por el infierno antes de descubrir dentro de ellos el cielo.